11 marzo 2017
CONOCIÉNDONOS MÁS: EL PUEBLO AWAJÚN, por Hugo Blanco
Los awajún son un pueblo rebelde que pertenece a la familia de los jíbaros.
El
pueblo aguaruna o awajún (nombre preferido por algunos hablantes
awajún, aunque también usan ii-ni-ia - ‘uno de nosotros’) es una etnia
de la selva amazónica peruana. Los aguarunas descienden de los fieros
jíbaros, guerreros formidables que defendieron incansablemente su
libertad y que, por lo mismo, se mantuvieron durante mucho tiempo fuera
del alcance y el conocimiento del hombre occidental. Así, se enfrentaron
a las invasiones incaicas, que no lograron someterlos.
Tampoco
los pudieron adoctrinar los sacerdotes, especialmente jesuitas y
dominicos, muchos de los cuales murieron en el intento. Los awajún se
enfrentaron frecuentemente con los españoles que intentaron reducirlos
en las misiones. Esta resistencia indígena ocasionó continuos fracasos
de los misioneros hasta que, en 1704, los misioneros jesuitas recibieron
la orden de abandonar la labor misional en la zona ocupada por los
llamados pueblos jíbaros.
Ahora,
después de siglos, en España, inclusive los revolucionarios, usan como
adjetivo, para señalar algo terrible, la palabra “jíbaro”. Lo “terrible”
del jíbaro era que reducía las cabezas de sus enemigos fallecidos en el
combate. Al parecer los españoles consideran que eso es más terrible
que las torturas de la época de Franco. Otra cosa terrible para España
es que expulsaron a los jesuitas.
Es
uno de los pueblos más numerosos de la Amazonía peruana. Su lengua es
la más hablada entre las cuatro que pertenecen a la familia lingüística
jíbaro. Se extendieron por toda la cuenca del río Cenepa y su población
se distribuye en los territorios por los que hoy pasa la línea de
frontera entre el norte del Perú y el sur de Ecuador. Por esta ubicación
fueron afectados directamente por el conflicto Perú-Ecuador. Ellos
denunciaron que querían hacerles pelear entre hermanos y declararon que
no querían hacerlo, que unidos quienes viven en Ecuador y el Perú
lucharían contra las grandes empresas depredadoras del medio ambiente.
En
Ecuador se les conoce como “Shuar”. Precisamente ahora están siendo
atacados militarmente por el gobierno “progresista” de Correa, quien,
sin su permiso, pretende impulsar la depredación de su territorio dando
paso a una empresa minera china.
El
pueblo awajún vive principalmente en el departamento de Amazonas,
aunque también se encuentran comunidades de este pueblo en el norte de
los departamentos de Loreto, Cajamarca y San Martín. Según datos
obtenidos por el Ministerio de Cultura, la población de las comunidades
del pueblo awajún se estima en 83,732 personas. En el departamento de
Amazonas, los awajún son mayoría entre las etnias nativas (un 90%
aproximadamente).
El
paso del tiempo ha determinado que, en gran medida, aguarunas y
huambisas se mezclen y conformen una sola etnia. Viven en la provincia
de Condorcanqui y forman un consejo aguaruna con alcaldes en distritos
como El Cenepa, Nieva y Río Santiago. Siendo por tradición migrantes, un
gran contingente aguaruna se asentó en lo que hoy es el valle del Alto
Mayo, en el departamento de San Martín. Sin embargo, el aislamiento
territorial en el que viven es el principal problema que afrontan estos
valerosos indígenas. Ellos constituyen una de las etnias nativas más
pobres del mundo. La desnutrición crónica y las enfermedades agobian a
sus integrantes. Su carácter libertario les obligó siempre a vivir
marginados de la civilización occidental, cultivando, eso sí, una
riquísima vida espiritual, incomprensible para la mayoría de peruanos.
La llegada de colonos y la reducción de sus territorios ancestrales los
han llevado a los extremos de miseria que hoy en día viven. Su dieta es a
base de plátanos, yuca y animales del monte. Los hombres usan coronas
de plumas o tawas. Los más viejos visten el itipac (traje) y la mujer el
buchak. Hacen vasijas, ollas de barro y platos, tejen canastas de
bejuco y elaboran asientos rudimentarios de madera.
Aman
su identidad cultural y la defienden singularmente, guiados por una
cosmovisión interesante, quizá su más importante aporte a la
antropología del Perú. En su mundo interior, el aguaruna cree en cinco
dioses: Etsa, o el padre Sol, destructor de un demonio de la génesis del
mundo, llamado Ajaim; Nugkui, o madre tierra, que le da el cultivo y la
arcilla para la cerámica; Tsugki, o madre del agua o del río, que vive
en los ríos; Ajútap, o padre guerrero, un alma de los combatientes
antiguos que trasmigra continuamente; y Bikut, o gran filósofo awajún,
un legendario ser que se transforma en el toé, planta alucinógena que,
mezclada con el ayahuasca, les hace conectarse con otros mundos
superiores. Para el aguaruna, todos los hombres tienen dos almas: la
iwaji, que sube al cielo, y la iwakni, que se queda en la tierra como
pequeño demonio. Para ellos, la selva está llena de almas, de hombres
transformados en árboles o en animales. Curiosamente, para ellos, el
Chullachaqui, conocido como temido diablillo en otras zonas amazónicas,
es una entidad protectora de la ecología, un amigo de las plantas que
sólo asusta a los depredadores de la naturaleza. Sus ceremoniales
místicos con toé (Brugmansia suaveolens) y ayahuasca les permite
coloridas visiones de la selva, pues guardan un respeto sagrado a la
Madre Naturaleza. Los aguarunas mantienen un velo de hermetismo sobre
estas ceremonias.
La
historia de los awajún en la época preinca está vinculada a los moche,
con quienes habrían estado en contacto desde hace aproximadamente 2000
años. Según un estudioso, este contacto se evidenciaría por la similitud
de mitos awajún y wampis con algunas expresiones de la iconografía
mochica. Tiempo después, el contacto entre los awajún y los incas se
habría dado durante los gobiernos de los incas Túpac Yupanqui y Huayna
Cápac. La incursión de los incas en territorio awajún habría ocasionado
fuertes enfrentamientos entre los awajún y los pueblos andinos.
La
familia (llamada ‘patá’ en awajún) está conformada por todas las
personas con las cuales exista un vínculo genealógico o consanguíneo.
Antiguamente, el matrimonio awajún se realizaba preferentemente entre
primos descendientes de una pareja de hermano y hermana.
Tradicionalmente,
los awajún practican una agricultura de roza y quema, en donde la mujer
cumple un rol principal. Es ella la encargada de mantener la chacra y
cosechar la yuca. La caza también es una actividad importante para los
hombres awajún, quienes se encargan de la fabricación de armas y
trampas, la caza y el tratamiento de las pieles de animales. Las mujeres
se encargan del reparto de la carne.
En
la cosmovisión awajún, la naturaleza es personificada. Son muchos los
espíritus que habitan el bosque y el agua, ellos protegen y ayudan a
curar a las personas enfermas. Los tres seres poderosos de la
cosmovisión awajún son Nugkui (espíritu de la tierra), Etsa (espíritu
del bosque) y Tsuqki (espíritu del agua). Estos espíritus proporcionan
puntos de referencia que ordenan, organizan y guían el uso de espacio de
acuerdo a género, habilidades, actividades productivas.
Según
la creencia ancestral de los awajún, existe un ser supremo que creó el
mundo, pero que se mantuvo siempre distante de los “asuntos humanos”. La
cosmovisión awajún supone considerar que cada persona labra su propio
destino a través de sus esfuerzos.
Además de la importancia de los seres descritos, la cosmovisión indica la importancia de tres mundos:
1.
Cielo: donde viven Apajuí (padre Dios), Etsa y los Ajútap (almas de los
antiguos guerreros), y donde habitan almas iwaji, las estrellas y Vía
Láctea (Íwanchijínti);
2. Tierra: donde viven los humanos, animales, plantas y algunos seres sobrenaturales; y
3. Mundo subterráneo: donde habitan las Núgkui (tierra) y Tsugki (en la profundidad de los ríos y lagunas).
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Considerando
que el nombre “aguaruna” era incorrecto, pues es la mezcla de dos
palabras en castellano y quechua que significan “la persona del agua”,
me pareció que lo correcto era “awajún”. Pregunté a un compañero awajún
que significaba esa palabra en su idioma. Me respondió: “No es mi
idioma, es el tuyo”, y me explicó su origen:
Los
incas comerciaban con los “awajún”. Al visitarlos veían que quienes
tejían no eran las mujeres, como sucedía en la cultura incaica, sino los
varones. Eso les pareció peculiar, por eso se referían a ellos como
“los tejedores” (Away – infinitivo del verbo tejer. Awaq – el tejedor.
El sufijo kuna es el pluralizador): Awaqkuna.
Lucha Indígena, Año 12, Nº 127.
En la propagación y/o reedición de este texto le rogamos citar la fuente: www.utopiarossa.blogspot.com
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